Esmé estaba más muerta que viva al llegar a la clínica. 5 días permanecía el adulto, ya demacrado a 30 g, en manos privadas, sin recibir las necesarias medidas de urgencia. Con 32 g ha llegado hoy. Ya no podía comer. Tratamos de proveer el organismo enjuto con minerales mediante inyecciones de emergencia. Esmé ya no se calentaba, la manta eléctrica no tenía ningún efecto. Una voluntaria la llevó bajo su chaqueta durante horas, hasta la noche, para hacerle sentir el calor vivo, y no sentirse sola. No quisimos perder la esperanza, pero no pudimos ganar la lucha... Esmé acaba de dormirse para siempre...