Son los mejores amigos. Aquel tipo de amistad que empieza en la niñez y que dura toda la vida... Jiri y Harlekin de Frankfurt pertenecen a las primeras víctimas del terrible calor del verano 2015. Llegan a la clínica de vencejos el 10 de julio como polluelos gravemente traumatizados. Comparten los mismos recuerdos horribles, el mismo destino inseguro. El diagnóstico temido "defecto del plumaje generalizado", una condena a muerte para tantos, se cierne sobre ellos. Los dos amigos inseparables afrontan la amarga realidad con coraje e infinita voluntad de vivir.
Jiri es el más relajado, más alegre de los dos, Harlekin parece más serio y decidido. Del aspecto se parecen mucho, con su plumaje desgreñado y las plumas primarias quebradas. "Huevos", como los llamamos a aquellos vencejos gravemente dañados, cuyo aspecto triste nos conmueve. Pero Jiri y Harlekin emiten confianza y alegría de vivir. Dos pequeños mozos forzudos, de tipo sobreviviente, que están tan convencidos de sobrevivir que nos convencen a nosotros. Y así se quedan, mientras que otros, menos vitales y con peor pronóstico, cruzan el puente del arcoiris...
La lista de espera de injerto es larga. Jiri y Harlekin pasan el tiempo acurrucándose o mirando dormitados alrededor, también a veces entrenándose en la mano de algún voluntario. Y siempre lado a lado. Tal vez ya hacen planes para más tarde, cuando volarán juntos a conquistar el cielo - ¡mejores amigos, para siempre!
Empiezan los transportes, y todavía esperan. El nuevo año comienza, pasan las semanas. Y entonces por fin tendrán plazo para los trasplantes. Juntos al mismo día, claro está. Dos hermosos donantes de plumas sirven para nuestros "huevos" desgreñados. ¡Pronto será!
El viernes antes Harlekin de repente ya no quiere comer. Muy raro... Recibe inyecciones y vitaminas B extra, por si acaso. El sábado está mejor. ¡Gran alivio! Pero el domingo va para abajo, rápidamente. Enseguida cambia a la sección de vigilancia intensiva, recibe una terapia sintomática. Jiri parece perplejo y desequilibrado. Vigila a su amigo enfermo que mantiene los ojos cerrados. Ahora me preocupo de verdad. Su situación se empeora contínuamente. Al llegar la noche, respira con dificultad, emitiendo ruidos. Ningún medicamento ayuda. Hasta las cinco de la madrugada estoy luchando para salvar la vida apagándose. Cuando la saliva de Harlekin sale sangrienta, sé que la lucha está perdida... Le inyecto un narcótico para aliviarle el dolor de la disnea y le pongo a su caja calentada. Lentamente se acerca hacia Jiri, que le toca y acaricia. Y que pone el ala sobre él. Cercanía íntima, amorosa, caliente y acogedora. Ahí se duerme, para siempre.
Jiri me mira. ¿Cómo le voy a explicar a un pequeño luchador valiente por qué acaba de perder su único amigo? ¿Fallo multiorgánico? ¿Cómo lo va a entender? Sabes, le digo, Harlekin simplemente ya se fue antes. Está libre ahora. Pero volverás a verlo. Algún día.
Jiri permanece firme al lado de su amigo muerto. No le deja solo. Cuando saco a Harlekin, Jiri se esconde en su cueva. Afuera amanece...
Una semana más tarde. Jiri acaba de recibir 21 plumas nuevas. ¡Qué hermoso es! Simplemente perfecto. Cuando está todavía en su caja postoperatoria, pienso que volará por tres: por el donador desconocido de plumas, por Harlekin y por sí mismo. Es fuerte, va a sobrevivir, dentro de poco lo veré en Fuerteventura, subiéndose hacia la altura.
¡Qué te vaya bien, Jiri Harlekin!, exclamaré, - porque así lo llamamos ahora: Jiri Harlekin. Va a encontrar nuevos amigos en el cielo, pero su mejor amigo nunca lo olvidará, y siempre estará a su lado.
Mejores amigos, ¡para siempre!