¡Vientos muy fuertes sobre las Islas Canarias durante el tercer transporte del invierno 2013/2014! Llegamos a Fuerteventura el día 27 de enero con 14 vencejos, listos para volar. Entre ellos esta vez: el adulto Sean de Dresde, los juveniles Athina (de Darmstadt), Leaf (de Maintal), Ambrose (de Duisburgo), Phineas (de Maguncia), Merche y Kimiko (de Frankfurt), Frode (de Lüneburg), Ari (de Dresde), Andy (de Eisenhüttenstadt) y Jake (de Lugau). El extranjero fue represantado por los juveniles Pablo (de Ciudad Real), Gavino (de Livorno – Italia) y Agatka (de Cracovia – Polonia). Todos los pájaros habían sido ingresados a la clínica durante los meses pasados con graves defectos del plumaje, todos se presentaron ahora para el despegue con nuevas plumas injertadas. La gran sala de entrenamiento en nuestra clínica de vencejos de nuevo ha mostrado su eficacia: Antes de que un vencejo reciba su "billete de vuelo" a Fuerteventura, es probado a fondo durante el entrenamiento. El resultado, vigilado con ojos de lince por nuestros fisioterapeutas rígidos, era bien bueno: ¡Todos los 14 probaron su examen y recibieron permiso para ser liberados!
En la tardía mañana del 28 de enero llegamos al monte sagrado de los Guanches al lado de la Finca Esquinzo cerca de Tindaya, donde nos esperaba ya nuestro calificado equipo de liberación suizo-español. Mientras que buscabamos nuestras posiciones, apareció planeando la pareja de ratonero común residente. Para despistar a los enfadados habitantes de la ladera rocosa, mandamos primero al soberano vencejo adulto Sean a conquistar el cielo. El ofendido ratonero lo persiguió en vano, su genio no debería haberse mejorado significantemente, teniéndose que enfrentar una y otra vez a los grandiosos juegos voladores del vencejo que, con agilidad, se burlaba de él. Mientras tanto liberamos uno tras otro de los ágiles juveniles, con vientos muy fuertes. Otra vez nos sorprendió la fuerza, elegancia y maestría de esas aves jóvenes, que hasta entonces solamente habían volado en una sala cerrada; aquí dominaron a los vientos lanzándose ofensivamente al cielo. ¡Viéndolos como probaron sus alas - fue pura alegría de vivir! Todos se orientaban hacia el este y desaparecieron a toda velocidad por encima del altiplano quedando detrás del pendiente rocoso desde donde siempre los despegamos. El italiano Gavino dio un espectáculo especial: una ráfaga le empujó demasiado cerca del pendiente, así que aterrizó entre las rocas para enseguida lanzarse de nuevo hacia arriba y dejarse llevar por el viento sobre la cima.
Poco después los bolsos de viaje estaban vacíos, y un equipo de despegue eufórico se juntó en el barranco para recapitular, entusiasmados, lo que cada uno ha visto, para volver después a la Finca Esquinzo. Allí nos esperaba un cava refrescante y brindamos al despegue fenomenal. Después la despedida – pero no para mucho tiempo: ¡el 18 de febrero estaremos de nuevo aquí para darle su libertad a otra bandada de vencejos!