Fuera de los dos vencejos reales, liberamos también a 8 vencejos comunes volantones el mismo día 11 de agosto, estos últimos no en los montes del Taunus, sino como casi siempre de la ventana de nuestra clínica de vencejos, después de habernos demostrado su capacidad de volar en la sala de entrenamiento.
Entre ellos el grácil Aidan de un barrio de Frankfurt, que había sido ingresado el 19 de julio, casi muerto de hambre. No nos alarmó que al lanzarse se dejó caer bastante al principio, girando muy arriesgado por la esquina. Muchos vencejos lo hacen así antes de subirse bruscamente en picado pero con elegancia ante un obstáculo.
Pero hoy nos han devuelto a Aidan muerto. Nuestro casero lo había encontrado en la repisa de la ventana de su salón. Aidan debe haber maniobrado hábilmente por el jardín lleno de plantas, para después volar por la puerta abierta de la veranda y chocar con fuerza contra la ventana del otro lado del salón. Habrá muerto instantáneamente. Fue descubierto hoy día solito en un rincón.
¡Qúe triste destino de un pequeño artista de vuelo! El único consuelo para nosotros es que Aidan no tenía que sufrir como tantos otros vencejos caídos por accidente, que se caen víctima de rapaces o de humanos o que se mueren cruelmente de hambre y sed.