...pero el cielo sigue siendo la primera opción. Esto se habrán dicho nuestros 14 vencejos al ser transportado el 11 de abril a Fuerteventura, mientras que sus congéneres ya habían emprendido el viaje de vuelta hacia el norte. Durante la liberación del 12 de abril - a mediodía - ya nadie pensaba en eso, lo más importante era el sol brillante, el cielo azul y un tiempo formidable.
Hemos decidido muy conscientemente hacer este último viaje todavía en abril. Más que una docena de vencejos injertados alborotaron en sus cajas, empezaron a rechazar la comida y no se podían tranquilizar. En Alemania hubiéramos tenido que esperar hasta el mes de mayo hasta poder liberarlos bajo condiciones estables y suficiente cantidad de vencejos regresados ya. Así que este viaje valía la pena, además se hubieran arruinado sus plumas nuevas teniendo que quedarse todavía más tiempo. También hay que tener en cuenta el aspecto financiero que significaría alimentar esta cantidad de aves durante 4 semanas más.
Así los 14 felices pudieron volar, mientras que otros 68 están esperando todavía en la clínica al saneamiento del plumaje. En el bellísimo paisaje de la región de La Oliva, con vista a la magnífica Montaña de Tindaya, se realizó por fin el sueño de libertad. Abraxas de Lüneburg, un pájaro impresionante del año 2014, era el primero en despegar, yéndose rumbo a La Oliva. Carlotta, la indomable de Heilbronn, le siguió rápidamente, después vino Abandou de Buchen, pequeño pero fuerte. Melba de Friburgo, cuya mirada seduciente siempre había ocultado su carácter antipático, se fue con tanta prisa que no cabía ninguna duda de la alegría que sentía deshacerse de nosotros. Jona de Karlsruhe, al contrario, era más amable, pero de todas maneras desapareció como un rayo. Nuestro Gwizdek, un vencejo polaco, amado por todos y muy goloso, se tomó su tiempo, mirando su alrededor desde la mano alzada. Desde aquí su amigo Tutuś había despegado tres semanas antes. Gwizdek había sufrido mucho desde entonces, y nosotros nos preocupábamos bastante por él. Pero ahora había llegado el momento. Con fuertes aleteos subió Gwizdek y desapareció de la vista. ¿Habrá encontrado a su amigo Tutuś...?
El segundo grupo de despegue fue encabezado por Augustin de Biel, un vencejo esbelto y nervioso, y su amigo mesurado, Tulsa de Mannheim. Ya en la sala de entrenamiento habían destacado por su capacidad de volar. Después vinieron dos de Frankfurt: el aerodinámico Tindaya, que debe su nombre al gran deseo de irse a Fuerteventura en medio del horrible verano pasado, y Raniero, su amigo grácil y esbelto. Mi equipo de despegue y yo saltamos por entusiasmo. ¡Uno mejor que el otro!, así volaron todos nuestros vencejos. Arpad, "el Gitano" de Mudau y Lukas, "el Toro" de Würzburg, fuerte y siempre algo furioso, se fueron después. Un verdadero deleite para la vista, aquellos excelentes y fuertes vencejos juveniles, conquistando el cielo. Faltaron solamente Mitji, la suave y alegre de Dreieich, antes un pájaro completamente desgreñado, con restos de plumas pareciéndose a una escoba, y su compañero elegante Phaidon de Mannheim, que se había calificado en el último momento para el viaje. Con soberanía sobrepasaron aún los despegues fabulosos de los otros: Mitji igual que Phaidon subieron más y más alto al cielo, hasta desaparecer ante el sol, ahora nada más que unos puntitos...
¡Qué alegría y alborozo! Andrea, Pancho y yo estuvimos de acuerdo: este día era sin duda uno de los más bonitos de todos los días de liberación jamás tenido. Excitados charlamos sobre el despegue, mientras que regresamos con las cajas vacías a los coches. ¡Esta vez había champán! Un sueldo merecido para un fin grandioso. Y justamente cuando levantamos los (algo menos grandiosos) vasos de cartón, vivimos la mejor sorpresa: desde La Oliva vino de repente un vencejo, volando con gran velocidad sobre la cima del monte, seguido por uno, dos, tres otros,- y más, ya no pudimos contarlos tan rápidamente. Ahí estaban otra vez, nuestros amigos, libres y salvajes, volando rápidos como el viento, con una enorme elegancia, sobre nuestras cabezas, un último adiós.
Seguidos por todos nuestros mejores deseos y saludos enérgicos volaron rumbo a la costa del oeste, fundiéndose con el cielo azul. La Montaña de Tindaya, que ya había visto a tantos de nuestros vencejos regresando a la libertad, de nuevo era testigo benevolente.
La vivencia conmovedora de este último despegue nos dará fuerza para los duros meses que vienen. Tememos lo peor, pero esperamos lo mejor para nuestros vencejos. Adiós Fuerteventura, ¡hasta el invierno!