Martes, 19 de enero de 2016, a mediodía. Desde que fueron sacados de sus cajas calentitas y cómodas la noche del domingo para mudarse a las cajas de viaje, nuestros 12 vencejos, algo tímidos y confundidos, están a la espera de lo que va a pasar ahora. Ruido, alboroto, emoción, el control en el aeropuerto con cambiarse de caja a bolsa mostrando los papeles, el viaje de varias horas en avión y coche de alquiler, un nuevo entorno, cajas pequeñas... Todo es desconocido y seguramente inquietante para los vencejos del año pasado, Cliff de Cham, Joey de Génova, Ciprian de Livorno, Keira de Berlín, Maly de Cracovia y los juveniles Ainare de Bucarest, Eragon de Frankenthal, Kantorka de Offenbach, Peppa de Frankfurt, Iarlan de Neu-Isenburg, Ginger de Gießen y Quentin de St. Wendel.
Pero al llegar el martes al mediodía al (otra vez) nuevo lugar de despegue, y viendo el cielo azul dándose cuenta del calor del sol, de la brisa liviana, nuestros protegidos ya no quieren esperar. Uno tras otro se va desde mi mano, alzándose hacia arriba, muchos nos muestran un espectáculo muy emocionante en el cielo.
Todos ellos - ¡y uno lo nota! - no solamente vuelan por sí mismo, sino también por sus donadores de plumas y sus amigos. Así por ejemplo el pequeño Iarlan que lleva las plumas de su compañera Celeste que desgraciadamente tuvo que ser eutanasiada hace pocas semanas, y que a su vez había recibido plumas de un vencejo juvenil nombrado Ángel. Con plumas de una Celeste y un Ángel - ¿qué se puede hacer sino conquistar el cielo?
¡Una nueva vida para nuestros 12 vencejos! Y la sensación de que la muerte de otros vencejos no haya sido en vano, porque sus plumas contribuyen a esa nueva vida.
¿Habrá encontrado Kantorka a su compañero Gabriel en el cielo que había sido liberado 3 semanas antes en Fuerteventura...?