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El drama en el monte de los Guanches
Friday, 13. March 2015 23:59
Por: Christiane Haupt

Barranco Esquinzo, vista del oeste.

Flavie. La vida eterna.

No pude enterrar a Flavie. Unas piedras amontonadas marcan el lugar donde encontré sus plumas. (c) C. Haupt

Demasiadas veces molestábamos la paz del ratonero del monte de los Guanches en los meses pasados. Demasiado seguros que los vencejos iban a ser demasiado rápidos para ser capturados por él, sus ataques parecían ser no más que amenazas. Pero ahora ha reclamado su tributo. Esta vez uno de nuestros vencejos tuvo que morir, y nada es como antes...
Subiéndome al avión el día lunes con 12 vencejos listos, ya tengo un raro presentimiento. Y aunque todo va bien, tampoco se me quita en la mañana que viene. ¿Tal vez es porque el equipo de liberación calificado no estará esta vez? Andrea y Pancho están de vacaciones. Pero han encontrado "substitutos": Thomas y Christiane me van a ayudar. Así que podría estar bastante tranquila, pero no lo estoy.
Tampoco puede ser por el tiempo, lo cual es fantástico. ¡Y mis vencejos quieren volar! Temo un poco por los casos problemáticos Plámka, Meena y Flavie, que en la sala de entrenamiento no habían convencido tanto como otros. Pero siempre es así - hay voladores supersónicos que quieren penetrar el techo, hay los más tranquilos, sosegados, y también hay aquellos que simplemente ya no tienen ganas de ver esta maldita sala de entrenamiento.
Después de tres turnos de alimentación en la mañana del martes meto las cajas con los felices que hoy día serán liberados en el coche de alquiler, yéndome a Tindaya, mientras que más de 70 congéneres suyos están esperando en la Alemania fría. Thomas y Christiane ya me están esperando en la Finca Esquinzo. Subimos con el jeep a la vertiente oeste del monte de los Guanches. "Uii", malditas rachas de viento me hacen presentir algo malo. Los ayudantes se posicionan: Thomas con sus binoculares está al lado izquierdo en la cumbre, Christiane abajo en la cuenca.

Última mirada alrededor - no veo ninguna rapaz, ya ¡vamos pues! Maciek de Szczecin (Polonia) y Tiberius de Berlín, los dos nacidos en 2013 y pareja desde mucho tiempo, van a despegar juntos, y ya empieza la cosa con un buen pinchazo de adrenalina: una racha se lleva a los dos y los tira al suelo. Antes de poderme correr hacia uno de ellos, los pilotos rompetechos despegan con bravura del suelo hacia el cielo. La historia que los vencejos no pueden volar solos estando una vez en el suelo no han escuchado nunca estos dos en todo caso.
Respiro fuerte. El próximo es Rigoletto de Livorno (Italia), también uno de los restantes de la temporada 2013. Desde hace días está muy inquieto, y ahora se tira al viento. Delante del fondo heterogéneo de las vertientes larguísimas los pájaros desaparecen pronto de mis ojos. En esos momentos siempre miro rápido a Thomas - está fijando algo a lo lejos, ¡parece que sigue viendo al vencejo!
Después vienen uno tras otro Valda, Flannan y Viggo - ¡los tres inseparables de Göttingen! Todos tienen que luchar fuerte contra el viento duro. Tengo bastante miedo. ¿Cómo lo harán los más débiles, si ya nuestros más fuertes tienen que luchar tanto?
Ahora otro despegue doble: Idrile, el precioso de Wiesbaden, y Grúbas, el gran polaco fuerte, nos muestran todo que se espera de una liberación de vencejos, y durante un momento mi corazón se alivia un poco. ¡Es simplemente impresionante ver volar a esos grandes pájaros fuertes! La vastedad que a otros les confunde es su elemento, y dominan perfectamente el viento que deriva a algunos de sus compañeros.
Tengo miedo por Gundel de Lüneburg, ella estaba algo reservada últimamente. Pero menos mal que ya no se ve nada de eso cuando se tira de mi mano y vuela sobre la cuenca. Otra vez desaparecida... pero Thomas sigue observándole con sus binoculares. Está bien, ¡todavía la tiene!
Hago movimientos giratorios con mis brazos para señalar al equipo: ¡Ojo! Ahora vienen los casos problemáticos! Plámka de Cracovia (Polonia) hace desaparecer nuestras preocupaciones de una vez y se lanza con fuerza al cielo. Veo el reflejo de su pluma blanca. ¡Uff!
Mi mano tiembla al sacar a Meena, la tierna de Duisburgo, de la caja, que debe volar con sus 38 plumas nuevas. ¿Dominará el viento y la vastedad? Miedo... - ¡Sí, puede, sí! Incluso alcanza subir muy rápido, para después bajar otra vez, al borde de esas malditas vertientes largas. Ahora no me queda nada más que tener confianza en Thomas. Sí, está mirando a lo lejos, durante un tiempo muy muy largo. ¡Meena también lo habrá logrado!
Flavie es la última, número 12. Había llegado medio muerta a principios de agosto de 2014 de Wiesbaden, luchábamos largas semanas por su vida. "Vivirá", dijo esa vez Madeleine, una voluntaria nueva, "como su nombre contiene 'la vie'- la vida". Yo quiero especialmente a Flavie. Suavemente le toco su ala. "La vie", le estoy susurrando y le pongo sobre mi mano estirada. Y ella no se detiene - se tira al vacío, llevado por el viento. Mi mirada tímida le sigue, cuando cruza la cuenca en dirección a la vertiente interminable, tan difícil de dominar, sobre todo con este viento fuerte, y entonces.... - está de repente él, el ratonero. Lanza un grito estridente apareciendo de la nada. Siento más que veo que baja a atacar a Flavie. Se me para el corazón, me quedo desvalida, no puedo hacer nada más que dar palmadas como loca, gritando lo más alto que puedo. El drama ocurre demasiado lejos. El ratonero aterriza en la vertiente. ¿¡Flavie!? Repetidas veces estoy escuchando los gritos del ratonero. Viene un segundo, ambos despegan, bajan otra vez, gritan, suben de nuevo. ¿Qué ha sido de Flavie?
Estoy corriendo trastabillando en dirección a Thomas. "¿Qué viste?" - "Cogió al último y bajó al suelo", dice Thomas. Se me hiela la sangre en las venas. Entonces es verdad. Han pasado unos minutos, o una eternidad, quien sabe. Ambos ratoneros están en el aire otra vez, volando rumbo al barranco, pero no podemos decir con certeza si uno de ellos tiene algo en las garras o no. Delante de mis ojos internos veo a Flavie yaciendo gravemente herida por entre las piedras, tengo que ir allá enseguida. 10 minutos más tarde he alcanzado la vertiente del otro lado, Thomas y Christiane siguen con el jeep. Empezamos con la búsqueda...
Christiane y yo recorremos en vueltas la vertiente. Thomas entra en una fisura rocosa que llega hasta la cresta, porque allí ha perdido a Viggo de vista, como nos dice, y quiere ir a ver. Es todo una pesadilla. Buscamos bajo un sol ardiente. Como creo no haber visto nada en las garras de los ratoneros estoy convencida de que Flavie tiene que estar por aquí. ¡La voy a encontrar! Después de un poco más de una hora Thomas y Christiane tienen que irse a casa, tienen a los obreros en casa. Estoy muy agradecida de haberles tenido de ayudantes, que Thomas ha podido ver a cada uno con sus binoculares, mucho tiempo después de que nosotras ya les perdimos de vista. Esto me da seguridad en cuanto a los demás.
Sigo buscando, sistemáticamente. Ando en líneas sin parar sobre las vertientes interminables. Después de dos o tres horas encuentro a - las plumas de Flavie... Son ocho primarias grandes, injertadas, del ala izquierda y algunas plumas coberteras. Nada más, nada de sangre. Las habrá perdido al chocar tan brutalmente en el suelo cuando fue agarrada por el ratonero. A partir de ese momento estaba perdida, ya no podía escapar. Parpadeo convulsivamente, no quiero llorar ahora, porque entonces ya no veo nada. ¡Tal vez haya pasado un milagro y el ratonero la ha dejado! Sigo buscando hasta el oscurecer. Y al salir el sol en la madrugada del día siguiente estoy otra vez allí. Pero más y más estoy segura que he encontrado todo lo que se puede encontrar de ella. Que los ratoneros la han llevado. Que mi bella y suave Flavie está muerta.
Once horas más tarde me doy por vencida. Cansada, agotada, desesperada y quemada por el sol. No hay ni una mancha en la interminable vertiente pedregosa, soleada y aborrascada que no hubiera examinado. Aquí no hay nada vivo. También he buscado repetidas veces en el barranco donde Thomas había perdido a Viggo de vista. Pero en cuanto a Viggo, no puedo creer que habrá caído aquí. Más bien pienso que había cambiado de dirección en su vuelo, y, aprovechando del aire térmico, salió del barranco. Es mucho más plausible. Viggo es un pájaro muy fuerte.
Sobre mí veo al ratonero atento, dando giros. Una mezcla rara de amargura y admiración me hace fijar a la rapaz magnífica de color leonado y blanco, al que yo he totalmente subestimado. No puedo odiarlo. Ha reaccionado según su naturaleza. ¿Es culpa mía porque he llevado a vencejos a este barranco lejano, que sirve de hábitat para ratoneros, cernícalos y cuervos? Pero Andrea me ha contado tantas veces que en verano hay muchísimos vencejos cazando cerca de la Finca. ¿Ha sido de todas maneras un error por el cual Flavie ha pagado con la muerte? ¿Dónde vamos a liberarlos en el futuro? No lo sé. Ya no sé nada. El mundo ha vuelto frío y oscuro.
El día de partida vuelvo otra vez al Barranco Esquinzo para despedirme. De Nemo, que queda enterrado en la cumbre del monte des los Guanches, y de Flavie, cuyas plumas han sido dispersas en todas direcciones... El juvenil Bella, al que le debe sus plumas nuevas, ha muerto por segunda vez, junto con ella. Espero tanto que ha ido rápido, que Flavie no tenía que sufrir...
Y tanto espero que los otros once vencejos tienen un destino más feliz, que estén libres y que vuelen. ¡La vie - la vida!
Para Flavie es ahora "la vie éternelle" - la vida eterna.

 

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