El segundo viaje a Fuerteventura el 28 de diciembre estaba acompañado por muchos inconvenientes.
Precios carísimos para el vuelo y el coche de alquiler, voluntarios enfermos, grillos podridos y otras cosas más.
Al llegar al nuevo terreno de liberación con 12 vencejos impacientes, tuvimos que darnos cuenta de que la pista a Majanicho no estaba accesible a causa de lluvias fuertes. Tuvimos que dar la vuelta y regresar a Tindaya, temiendo al cernícalo y al ratonero local ya conocidos. Hicimos un desvío de 1 km hacia la costa para evitar un nuevo encuentro con los dos predadores.
Y se lanzaron al cielo, rápidos como flechas, volaron dando círculos en el aire, en la altura sobre nuestras cabezas (no vimos ninguno de las rapaces, ¡por suerte!): Franciszek de Szczecin (Polonia), Maja de Berlín, Saverio de Trieste (Italia), Alavara de Bucarest (Rumanía), conny y Emil de Frankfurt, Dex de Berlín y Balu de Forst, Little Joe de Lüneburg, Marty de Nürtingen, el adulto Petrarca de Görlitz y … - sí, nuestro protegido problemático Gabriel, que había tenido 2 despegues defectuosos 9 semanas antes en el sur de Francia. De nuevo mostró problemas que nos preocupaban mucho. Después de haberse saltado de la mano se hundió bastante, volaba en una altura de 3-4 metros sobre los campos, dio una vuelta, regresó en dirección a nosotros, dio una vuelta y desapareció delante de la entrada a un pequeño barranco rocoso.
¿Se habrá caído allí? ¿Habrá logrado alcanzar altura para volar sobre el borde del barranco? ¿Habrá cambiado la dirección de nuevo mientras que nosotros lo buscábamos en otra parte? Ya no lo pudimos ver. La búsqueda no tenía éxito. Seguí hasta el oscurecer y volví el día siguiente con la aurora. Durante 11 horas buscaba en todas partes del barranco, mirando centímetro por centímetro. Repetidas veces. También en la cercanía, hasta el crepúsculo. El día del viaje de vuelta otra vez lo intenté hasta el último minuto. Pero Gabriel permanecía ausente. Nunca sabremos si logró volar o… - no, mejor no pensar en eso, sino esperar con toda fuerza que pudo subir al cielo. Todo lo demás sería insoportable.
Es horrible tener que viajar a casa con esa incertidumbre. Me ahoga también la gran alegría sobre el despegue maravilloso de los otros once vencejos, sobre su hermoso espectáculo en el cielo azul bajo un sol dorado.
¡Adiós Gabriel! Llevas el nombre de un arcángel.
De una u otra forma estás en el cielo ahora.