Todavía no hemos perdido la esperanza que una liberación desde Alemania será posible a pesar de la temporada avanzada. Pero cuando notamos en la segunda semana de octubre que buena parte de nuestros vencejos juveniles volantones de los cuales algunos además ya han recibido un injerto de plumas, empezaron a alborotarse en sus cajas, anhelando impacientes su liberación, nos decidimos espontáneamente a cargar el coche privado de la jefa de clínica con todo lo necesario para un transporte mayor, no sin haberlo discutido antes entre nosotros y después de un minucioso análisis del tiempo meteorológico, porque aquí hacía ya mucho frío. Nadie que no lo ha experimentado podrá imaginarse cuánto planeamiento y logística se precisan para realizar un tal transporte, ni hablar del tiempo necesario, del enorme estrés para nosotros y los animales, y los enormes gastos. En aquellos días, cuando los nervios nos fallan, se nos vienen encima todos los sentimientos y la irritación sobre la actitud de alguna gente que siguen arruinando a los vencejos hallados con falsa alimentación y cuidado inapropiado. ¡Y esto a menudo a pesar de conocimientos contrarios! El resultado son animales que ya no tienen ninguna posibilidad de despegar a tiempo desde Alemania, y tienen que esperar muchos meses a nuevas plumas para ser después transportado al sur con tanto esfuerzo.
El 12 de octubre emprendimos entonces el viaje al sur. Poco antes de la frontera francesa nos reunimos con nuestros compañeros suizos para recoger a dos juveniles vencejos reales que iban a ser liberados junto con los demás. Los dos, igual que los nuestros, ya no habían podido ser liberados a causa del mal tiempo. Al atardecer llegamos a Lyon y fuimos recibidos muy cordialmente – ¡viva la red vencejil internacional! – por nuestros amigos franceses del centro de recuperación de aves de Lyon. Su hospitalidad era fenomenal. En su casa privada nos esperaba una habitación acogedora para pasar la noche, y también un cuarto propio para nuestros vencejos que esperaban con añoranza sus turnos de alimentación. Mientras tanto nuestros anfitriones preparaban una cena opulenta. Nos quedamos entusiasmadas y boquiabiertas ante tanta cordialidad y generosidad. Clément, el pequeño hijo de 3 años y medio del dueño de casa, nos sorprendió al final con la palabra "Mauersegler" (vencejo en alemán), que sus padres le habían enseñado especialmente para esta ocasión.
El día siguiente, como siempre durante los tranportes de vencejos, nuestros nervios estaban tensos. ¿Cómo iba a ser la liberación? ¿Iban a conquistar el cielo también los candidatos problemáticos? Dos turnos de alimentación más y después nos fuimos. Nuestros anfitriones nos despidieron con la mayor cordialidad y nos invitaron a volver cuando quisiéramos. Al final nos regalaron mermelada hecha en casa y tartaletas adornadas con pequeños vencejos de confitura roja.
El sol brillaba cuando salimos de la autopista cerca de Orange para llegar al lugar de liberación buscado antes del viaje mediante Google Maps y Street View. Estaba agradable y caluroso, con muchos insectos en el aire. Descargamos nuestras cajas de transporte y nos colocamos en el campo de deporte. Con solamente dos personas - ¿iba a ser suficiente para vigilar todo el terreno? Pero nuestro primer aviador, el bravo Arisu de Dresden, ya nos convenció de que nuestras dudas eran totalmente innecesarias. Andurin de Hemmelsdorf, Ferenc de Forst, Artus de Livorno, uno tras otro conquistaba el cielo. ¡Libertad! Y para nosotras la experiencia fantástica de ver a dos docenas de vencejos comunes volando en el aire después de haber terminado ya el verano, ¡y entre ellos Tess (vea la crónica)! Al final despegaron los vencejos reales Lucrezia y Cesare, obviamente más pesados que sus familiares pequeños. Todos encontrarán una nueva patria en la antigua ciudad de Orange y en el paisaje maravilloso del sur de Francia.
Agotadas pero felices hicimos picnic en el mismo lugar de liberación. El perro de la clínica, Emma, que había aprobado su primer bautismo de fuego como "ayudante de liberación", aró sin cesar sobre el prado, como si todavía corriera tras los vencejos despegando. Después, desgraciadamente, vino el largo y cansador regreso a una Alemania fría de otoño. Todavía esperan más de 100 pacientes en nuestra clínica a ser liberados. ¡El juego tiene que seguir! Y tal vez el tiempo en Alemania cambiará otra vez para permitir un despegue desde aquí, ¿quién sabe?