Desgraciadamente muchos vencejos están en muy malas condiciones en este año, llegan muriéndose o ya muertos a la clínica. Es triste si han sido encontrados gravemente heridos o demasiado tarde para ser salvados, pero mucho peor es cuando habían estado en manos humanas durante días, semanas o también meses y llegan siendo sólo una sombra de sí mismo. Quien acoge un animal indefenso asume al mismo tiempo la responsabilidad por éste. Hay que informarse de qué tipo de animal se trata y cómo hay que tratarlo acorde con la especie. Esto significa organizar la alimentación adecuada, alojarlo en condiciones higiénicas y seguir sus necesidades. Los vencejos son huéspedes muy intensivos en cuanto a su cuidado. Tienen que ser alimentados cada dos horas, hay que comprar muchos (y caros) insectos o hay que cazar o coleccionarlos en grandes cantidades afuera, sus cajas de estancia tienen que ser mantenidas limpias. A veces necesitan ayuda médica. Quien piensa que no es capaz de hacer todo esto o que no lo quiere hacer, debería buscar ayuda por sí mismo y el vencejo – ¡y a tiempo!

También en esta semana recibimos juveniles volantones moribundos. Pesaban menos de 24 gramos (normal son unos 40 gramos), sus pies y la cloaca estaban empastados con heces duras, estaban lastimados, sus plumas quebradas y defectas. Estaban totalmente ensuciados y enfriados, el plumaje del cuello faltaba en algunos, tal vez porque habían sido maltratados con mezclas alimenticias o papilla que empapaba el plumaje alrededor del pico y afectaba también a los ojos. Poco a poco se les cayeron las plumas. Las aves estaban demacradas, puro hueso, y casi muertas de sed. Habrán pasado sed durante semanas, ni siquiera han recibido suficientemente agua. Su piel estaba seca como cuero, con caspas, las mucosas secas, hinchadas, inflamadas y con hongos. No se puede imaginar el martirio por el cual habrán pasado.

Los vencejos son una especie muy dura. Resisten muchas cosas antes de morirse. Pero en estos casos tienen que resistir demasiado. Un tal tratamiento no tiene nada que ver con amor a los animales.

En sus últimos minutos aquellos que han llegado vivos pueden escuchar otra vez los silbidos de sus congéneres, no pasan frío, y son consolados por otros vencejos. Los demás se mueren solos. Todo esto nos hace triste y furioso, sobre todo porque es totalmente innecesario.