TOCAR EL CIELO CON LOS DEDOS
Les veo volar si esfuerzo mis pupilas,
diminutos puntitos inauditos,
milagrosos marinos de las nubes
rizando el viento,
labradores del aire irrespirable
guardianes de la atmósfera,
¡Vencejos!
Allá suben y bajan,
bailan y juegan,
aspiran con sus bocas
toneladas de aire y de bichitos,
inocentes cazados por los Barones Rojos.
"No hay mejores pilotos"
me dijiste...
Pero un día,
de aquellos aviadores,
los reclutas cayeron abatidos,
sus naves estrelladas en aceras,
lejos del mar de viento, presa fácil de la tierra.
Los pasos y las manos
en rendición de cruz.
Apodiformes,
miméticos y quietos
para no ser pisados,
ni comidos,
ni apresados por curiosos humanos.
Los polluelos
indefensos de todo,
sin colores
ni portes de plumaje,
posados en el suelo
ya rendidos.
Calcetines con plumas,
abatidos.
Sin pena... mas con Gloria,
Gloria que en su ambulancia de cariño
les recogió y devolvió la esperanza
a esos pilotos ahora en horas bajas,
a esas promesas de la aviación extrema.
Grillo tras grillo,
tenebrio tras tenebrio,
gota tras gota,
noche tras noche.
Cansancio inacabable.
Una madre sin pico ni remeras
pero de altura sin duda es esta madre.
Un gramo más, sonríe.
Uno menos, se apena.
Implacable sin pausa
les remonta,
les administra amor y vitaminas.
Les mece entre algodones y cubetas.
Un día de pronto,
ante los ojos atónitos de todos,
aquellos reclutillas desplumados,
suavizan su figura,
se tornean
y lucen sus galones poco a poco,
como soldados jurada la bandera
azul y blanca
de cielos y de nubes,
y empiezan a mirar a la ventana.
Su sangre les llama ya al combate,
la lucha por la vida y por la especie.
¡Hay que volar amigos!
¡Hay que irse lejos!
Ella lo sabe, se alegra y se preocupa.
Sus pilotos queridos se preparan
mas su vuelo aún es duda.
Ella lo sabe.
Sabe que algunos no volarán nunca
y que los que lo hagan.. ¡ah! quién sabe...
Si erraran en el quiebro de una calle
o en alguna pelea cielobajera.
Ella lo sabe.
Pero ya no hay tiempo.
Se alinean los ejércitos arriba,
se preparan para migrar muy lejos
y debe darse prisa
Unos últimos grillos, llévate hijo.
Tú, quítate esas manchas de las plumas.
El pequeño, a revisión de nuevo.
Todos listos para emprender el vuelo
en el gran aeropuerto de Viñuelas.
... Si acaso, ella se reserva premio.
Ver volar a un piloto por sí mismo.
Darle la libertad... darle la vida,
Adiós amigo mío... hijo querido...
Cada vez que vea uno volando
entre olas de nubes y tormentas
Gloria tocara el cielo con sus dedos.
Miradla bien volando junto a ellos...
¡Miradla como vuela....!
Jorge Marañón - 12 de agosto de 2013
(el nombre de Gloria puede ser sustituido en la mente por cualquier otra persona que se dedica al trabajo con vencejos)
HAN VUELTO LOS VENCEJOS...
Han vuelto los vencejos;
las cosas naturales vuelven siempre;
las hojas a los árboles,
a las cumbres las nieves.
Han vuelto los vencejos;
lo que no es arte vuelve;
vuelta constante es la naturaleza
por cima de las leyes
Han vuelto los vencejos;
¿ves como todo vuelve?
todo lo que ha brotado al sol desnudo,
de la inexhausta fuente;
todo lo que no fue de algún propósito
producto endeble.
Han vuelto los vencejos;
¡augusto ritmo, única ley perenne!
¡el año es una estrofa
del canto permanente!
Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;
vuelve la vida;
¡vuelve la muerte!
¡cuanto tiene raíces en la vida
al fin y al cabo vuelve!
¡Han vuelto los vencejos,
y al pecho aquellas mismas ansias vuelven...!
Ahora comprenderás lo que en la vida
quiere decirnos: «¡Siempre!»
Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,
la canción de la mar en la rompiente;
si la ola se retira
ha de volver, pues es de lo que vuelve.
Vuelve todo lo que es naturaleza,
y tan sólo se pierde
lo que es remedo vano de los hombres,
sus artificios, invenciones, leyes...
Han vuelto los vencejos,
como ellos vuelven...¡siempre!:
con su alegre chillar el aire agitan
y el cielo, con su raudo ir y volverse,
al caer de la tarde
cobrar vida parece.
No se posan ni paran, incansables;
sus pies ¿a qué los quieren?
les basta con las alas,
criaturas celestes.
Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,
los versos vivos de su vuelo tejen,
chillando la alegría
de sentirse vivientes...
Han vuelto los vencejos;
los del año pasado, los de siempre,
los mismos de hace siglos,
los del año que viene,
los que vieron volar nuestros abuelos
encima de sus frentes natura fuerte,
verán también volar, negros y leves.
Han vuelto los vencejos;
criaturas del aire que no mueren
—¿quién muertos los ha visto?—
heraldos de la vida, amantes fieles
del largo día de la mies dorada;
¡han vuelto los de siempre...!
¡Vencejos inmortales,
alados hijos de natura fuerte
heraldos de cosechas y vendimias,
mensajeros celestes,
bienvenidos seáis a nuestro cielo,
vosotros... los de siempre!
Abril, 1908.
Miguel de Unamuno